Ayer conocí tú cara triste.
Me sentí triste, temí no saber dar el consuelo que tu necesitabas era mi turno. Esta vez no era a la distancia, era tan cerca como estirar el brazo y ponerlo sobre su hombro, era tan cerca como susurrarte al oído, te entiendo, lo siento.
No tuve palabras para devolver lo que en un momento hiciste por mi, lo que se me ocurrió hacer fue estar a tu lado en ese momento, créeme que ayer conocí por primera vez tu cara triste, mi amiga.
Hoy, tu mamita ya no está con nosotros, cuanto lo siento pero te aseguro que ahora está con Dios, descansando en paz… No la conocí, pero me basto verla en su última morada para saber que fue un alma noble, sacrificada y desprendida. Reflejaba amor, ternura y delicadeza.
Amiga quiero decirte lo que siento en lo más profundo de mi ser. Desde hoy siempre estaré a la distancia de un brazo para ponerlo sobre su hombro cuando me necesites, estaré tan cerca como para susurrarte al oído, estoy aquí no te dejare sola, cuentas conmigo.
Desde hoy te prometo haré todo lo que este a mi alcance para que siempre tengas tu otra cara, una carita feliz. Suena a discurso político, el problema es que siempre cumplo mis promesas, así que prepárate a ser feliz, prepárate a cambiar tu vida a sentir en ella de nuevo; Alegría.
Javier